EL CAZADOR

EL CAZADOR

Tengo leído que fue Simone Weil quien definió el poder como la fuerza que transforma las personas en cosas. Paralelamente; que palabreja tan rimbombante, podríamos definir el amor como la fuerza que transforma las cosas en personas....Y a ciertas edades estas transformaciones son.... Bueno: que lo que en verdad estoy intentando, con esta postura de parsimonia y amodorramiento, es no hacer daño a nadie nunca… Me gusta la honestidad y el abrigo que un día te ofrece una buena amistad. Y creo que esto es el aval con el que se debe jugar a vivir con armonía...

Todo esto era una excusa para escribiros... Vamos a dejar un poco a ver por donde sale el sol.

Pero por otro lado soy consciente de que estos tiempos de anemias no puede durar... Quiero bailar, quiero crear, y sé que lo voy ha hacer…con tele o sin tele...Con dos cojones....Porque aún tengo algunas cosas importantes que decir... Y en este último paquete de letras va contenido todo el huracán y el ciclón flamenco, que aún está por arribar…


Ahora:( Un pensamiento dedicado). No es la estación. El agua no fluye por las laderas de los montes, ahora sentenciados en estalactitas de humo o hielo. La tierra esconde sus flores bajo el camino. Esperan los sembrados. Los árboles parecen más humanos en la desnudez de su esqueleto. Todo es una herida que apenas clama contra su verdugo, nervios del tronco y de la rama al de cubierto. Hasta el sol llora despacio, por alguien que no vemos.

Ungüentos y ropajes se multiplican sobre el cuerpo del CAZADOR, envuelven la piel defendiéndola cual vaina a la hoja de su espada. Es fuerte el CAZADOR, templado en las asperezas y el hambre. La dureza de este invierno no le sorprende ni asusta. Pero sabe que también el bronce se rompe. Y el acero. La herrumbre socava los parajes inhóspitos, abandonados. El aire contaminado de las marismas alcanza el filo y bajo las hojas algo se pudre en la tierra que socava hacia dentro, cobijando en su fuga la trampa y el pie tambaleante. Bajo la fronda, el árbol y el canto del pájaro; corazones vacíos del bosque, sangrando y necesitando una presa. Todo vive en lo abarcable. Hasta el mismo horizonte parece límpido y apacible, casi triunfador en la luz que la nieve fulgurante devuelve...


Me falta mucho que leer y escribir todavía, pero creo que con estos pedacitos se puede meditar un poco.

Atenderos mucho pequeños...Eternamente os querré, amigos...Hasta que me muera... Claro está, que me gustaría que nos viéramos como os dije en otras misivas, dentro de nada; o al menos que no tengamos que esperar al fin del mundo para encontrarnos de nuevo. ¿No creeis?

Hasta otra inspiración...

Antonio Canales