ODISEA

ODISEA

Hola: ángeles de mi corazón... Soy el cuenta cuentos de La Danza…

Queridos niños míos: en apenas 20 horas he vivido toda una aventura llena de momentos inolvidables. Desde un terremoto de 5 grados, a ver cómo se 

hacia de noche a la 1 de la tarde, o una gran tormenta de nieve que casi nos impide despegar de Helsinki y, ya por último, llegar a mi España y encontrarla en luminosas fiestas con sus emblemáticos Reyes Magos, ajena a todo lo demás y pendiente de Puigdemont como si este personaje fuese el héroe o traidor de todos nuestro males.

La verdad, sea manifiesta, que este mundo en el que habitamos no deja de sorprenderme a cada instante, y más si; como en esta ocasión, los acontecimientos los vivo en primera persona. 

Estaba preparando mi maleta ordenado y con tiempo, ya que venía el chofer a buscarme muy temprano para conducirme a Narita, uno de los gigantescos aeropuertos de la ciudad de Tokio. Cuando de repente siento que comienza el siniestro y traicionero vaivén que producen los temblores de tierra... Esa danza macabra que hace que las tripas se te encogen y, te deja inmerso en un tiempo muerto en el que la vida se detiene colgada sobre unos segundos que duran una eternidad. Se escucha el crujir de las paredes y los techos, y ayer noté con suma claridad como se soltaban los anclajes del edificio, para que este se deslizara sobre las vías de los cimientos con la facilidad que merece el delicado momento, y sentí que dábamos un salto hacia arriba antes del meneo... Siempre que he vivido uno de estos bailes se me han dormido las piernas y he sentido unas náuseas tremendas. Quizás por encontrarme sin gravedad, como cuando subes en la montaña rusa de un parque de atracciones. Después te quedas unos minutos pensando lo frágiles e indefensos que somos. Claro está que una sacudida de este nivel en Sevilla, hubiese matado a la mitad de la población, destruido el puente de Triana, el Arco de la Macarena y los monumentos musulmanes hubiesen quedados reducidos a un montón de escombros. Y, a su vez, la feísima Torre Pelli hubiese regresado al lugar de donde nunca tendría que haber salido, a un gran montón de arena. Pero el Japón es un país preparado al máximo en estos asuntos y en muchos otros. En los transportes públicos; por poner un ejemplo, está prohibidisimo hablar con el móvil ni alzar la voz bajo rigurosas multas... Así que eso de  Chiquillaaaa! y demás carantoñas nuestras, allí no se pueden hacer. Es un país tan consumista que las luces de Navidad se encienden el 14 de Noviembre y se apagan el 14 de febrero, tres meses después, día del Chocolate; como lo llaman ellos. Son limpios, ordenados y muy trabajadores. Pero no saben improvisar ni en sueños, entre otras ausencias de su triste y monótona forma de ser.

Después de un viaje placentero al máximo en Bussines Class, donde la pelota es poco comparado con el agasajo del amable personal rozando la esclavitud, nos avisan que vamos a tomar tierra en Helsinki en treinta minuticos...

Un sol brillante se posaba sobre el ala derecha del avión cerca de mi ventanilla..

CONTINUARÁ