IRAK

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Hola: ángeles de mi corazón... Soy el cuenta cuentos de La Danza…

Corrían los años 80 desbocados y sin freno, y unos iluminados e intelectuales crearon “La Cumbre Flamenca.” En Ella estuve seleccionado unos años, muy importantes de mi vida, formando parte del grupo de Estrellas y Luceros que en ella habitaban.

Recorrimos el planeta literalmente, haciendo vibrar con el Flamenco a los grandes Teatros del mundo. Cada día era un reto, un vértigo, una emoción. 

Estar al lado de La Chana, la Tati, Mariquilla, Carmen Cortes, la Tolea, Angela Granados, Juana Amaya o Cristobal Reyes, era cada día una aventura sin precedentes. Fuimos a la China y a la India y Australia y África y Europa y América entera. Aquello era un no parar de trabajar, de vivir, de disfrutar, de aprender y de ganar mucho dinero... Nos pagaban por semana desde el Ministerio de Cultura; ya que era un producto de la Marca España, como si fuese en vez de la selección de fútbol; la del flamenco, y no nos daba tiempo a gastarnos ni siquiera las dietas. Cada vez que volvíamos de una de las largas giras alguien se compraba un coche nuevo, o un pisito, o un chalet en las afueras...  Pues en esas latitudes andábamos, cuando nos ponen en aviso que vamos a ir 10 días a Irak para bailar en la capital y participar en el Festival de La Culturas que se celebra en pleno desierto, donde se supone que estuvieron emplazados alguna vez Los majestuosos jardines colgantes de Babilonia, una de las maravillas del mundo que ya no están...

Había que sacar visados especiales ya que este país, siempre tan inquieto, estaba librando una guerra desde hacía mucho tiempo con su país vecino Irán. Y ser consciente del país Islamico donde íbamos a estar durante tantos días.  En esos momentos su benefactor era Sadam Husein y su tropa endiablada. 

Se nos entregaron, antes de salir hacia la aventura, unas normas escritas y puntuales, que nos parecieron grandes y pesadas cadenas difíciles de llevar por tantos días seguidos. Con las que Diego el Cigala, que formaba parte de tan pintoresca Troup, se acabó limpiando sus lindas posaderas uno de los fatigosos días que pasamos en esas endémicas tierras. El alcohol estaba prohibido en público, pero en las suites corría como el río Eufrates que pasaba al pie del hotel de cinco estrellas donde nos hospedábamos. Cuando llegamos a Bagdad nos envolvió un perfume a dátiles y esencias místicas. Las calles olían a pan nuevo recién horneado. Era algo dantesco ver esa enorme ciudad teñirse con el naranja apagado del crepúsculo, entre la bruma y la llamada a la oración de los cientos de muhaćines que pueblan los minaretes sagrados. En esos largos atardeceres de ensueños, cientos de mujeres van llevando con pericia y agilidad, sobre unas finas tablas, la masa del pan recién fermentada; para meterlas en el horno instalado en cada esquina del vecindario.

Teníamos que pasear en grupo por orden explícita y ministerial, no se nos permitía ir solos, ni en pantalones cortos, ni pararnos para mirar a ninguna mujer. Íbamos bromeando entre risas y algún porro que habíamos conseguido pasar, bajo peligro de muerte súbita, por la desatendida aduana aunque llena de policías y militares gandules y ociosos todos ellos, y lo primero que pudimos contemplar por las calles, plazas y puentes, es que el hombre era dueño y señor de todo aquello y las mujeres algo más que mulas de carga. Sentados en pequeños taburetes jugaban alBackgammon y tomaban té fumando en grandes narguiles las sabrosas y melosas chichas. Una cosa que nos pareció graciosa era que muchos jóvenes y maduros iban cogidos de la mano o del dedo meñique, como si fuesen parejas. Recuerdo que nos miraban como a camellos verdes y reían con las dentaduras negras y picadas a mandíbula batiente. 

Yo tenia enfrente de mi sentado al Cigala con la goma de la narguile en los labios, a punto de debutar en este arte del fumeque, en una de esas mesas llenas de colorido y chusma. Y, de repente, creyendo que era un gato o un perro le dije muy suave:- no te muevas Diego tienes en tu hombro un gato negro no te vaya a arañar. Bueno bueno bueno, cuando aquel gitano se pone a gritar enloquecido y salta de repente aquella rata gigante haciendo recorridos en círculos y chillando con estridencia. Él gritaba desesperado ay Oma ay Oma esto que es? . Nosotros todos pálidos, yo no había visto jamas tamaña fiera de roedor, dimos un salto y nos subimos a los taburetes, mientras El seguía saltando por miedo al terrible mordisco al son de una danza tribal.

Nadie se inmutó y todas las mesas comenzaron a reír tan divinamente...

A ellos esos animales no les daban ningún miedo.

A nosotros se nos cortó el vacilon de un golpe, y nos fuimos para nuestro hotel de las mil y una noches y, ya más calmados, decidimos hacer caso a las indicaciones y no aventurarnos más así; alegremente, por las calles de Bagdad, esa maravillosa y misteriosa ciudad que hoy día es solo un montón de escombros para tristeza de la humanidad.

Antonio Canales