TRASGUEÁREMOS

TRASGU

Hola: ángeles de mi corazón... Soy el cuenta cuentos de La Danza…

Llegué en pleno mes de agosto a esas salvajes y misteriosa tierras... Llevaba en la frente impresa la curiosidad y las ganas como si fuesen banderas que ondearan en el oriente de mi corazón. Salí hacia mi destino con España ardiendo literalmente, y al bajar del avión, por un momento, tuve la impresión de encontrarme en los fiordos lejanos de países remotos. La verdad que podría haber sido cualquier mes del año, porque en Asturias Oriental solo hay dos estaciones durante los doce meses... Llueve y no llueve.

Aterricé como si fuese un pájaro con alas gigantescas sobre una pista de ensueño,  rodeada de pinos, nogales, castaños y un césped tupido como alfombra Persa,  pintada sobre el fondo del impetuoso Cantábrico... Y mis ojos como platos no daban crédito al festín que la naturaleza amablemente ofrece en estas tierras salvajes y primorosas... Me sentí afortunado de nacer en este terruño tan maravilloso, que en cuestión de treinta y cinco ligeros minutos, te hace pasar del desierto más seco,  árido y fogoso a la frescura del paraíso... Y dije con ganas, que bonita es España coño.
Porque en otras grandes tierras para que esto ocurra, debes poner un huevo en el asiento del avión y armarte de paciencia infinita. La verdad que en esta península celestial nos quejamos por herencia...


Cuando bajé de ese extraño pájaro, que jamás podré entender, la humedad salobre y santa perforó como alfileres todos lo poros de mi cuerpo, y el verano se me hizo un granizado de leche merengada y canela. Mi pies flotaban entre la yerba húmeda, y una parte escondida dentro de mi explotó como un animal en celo. Y empecé a canturrear, como una letanía, Asturias patria querida sin pensarlo ni mucho ni poco . 

... Me estaban esperando, en la terminal, unos ángeles, no podía ser de otra forma, y me transportaron con sumo tacto, respeto y suavidad hacia mi destino algo más al Oriente. Y al llegar a Colombres, de repente, perdí la noción del tiempo. Mi horizonte se perdió entre las casas majestuosas de indianos, las enormes palmeras, los tilos frondosos y los cielos cenicientos que cubren las nobles frentes de los Astures. Las vacas de cuernos retorcidos campaban a sus anchas con los becerritos  recién nacidos enredados entres sus enormes panzas, y los bueyes orgulloso y cojonudos, hermosas criaturas llenas de poder, circundaban vigilantes la casa de cuento donde iba a perderme durante unos días...

Ya después todo fue un sueño... Playas prehistóricas, percebes como los dedos pulgares de un gigante, sidras compartidas del Edén de las manzanas, cuajadas con olor a establo y ubres, cuevas paleolíticas pintadas con ciervos y mamut enamorados, quesos imposibles de describir, silencio eterno y doloroso, brisas de tamboril y gaitas, historias y leyendas de bosques encantados, y gente, eso, gente de verdad, de la que ya no se tiene memoria en este corrompido y apestoso mundo. Y cuando al caer el sol detrás del mar me quedé a oscuras. Me sentí por fin un hombre pleno, humano, una obra divina y perfecta, y ya no me importó todo el sufrimiento que la vida me ha regalado en este paseo y calvario, porque por todo eso que sentí en solo unas horas, había merecido la pena venir a conocer la tierra...


Antonio Canales 

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