SIBARITA
Hola: ángeles de mi corazón... Soy el cuenta cuentos de La Danza…
En este mundo trepidante y desnaturalizado que Atravesamos, ser un sibarita empedernido y consagrarse a la contemplación de la belleza de las artes y la exquisitez por excelencia de los placeres, es algo cada vez más trabajoso e inalcanzable. Porque para llegar a ser un buen catador necesitas el tiempo suficiente para este menester, y hoy en día el tiempo vuela. Es maravilloso deleitarse con las excelencias de las cosas. No son modos ni modas, maneras o protocolos, no; es algo invisible e intenso. Es un estado privado y exclusivo que no le está permitido abrazar a todo el mundo, por muchos medios de los que disponga.
Ya que este tipo de arte del buen vivir solo se adquiere si naciste con la semilla pegada en tus tripas. Y se tienen que conjugar muchas cosas para que después esa semilla germine y desprenda el perfume de la delicatesen.
Pero, cuando menos te esperas, hay momentos en los que se confabulan las hadas, los sátiros y unicornios a tú favor; y entonces ocurre el milagro.
Hoy me senté en una Vinerie muy antigua y añeja de París, y me dispuse a tomar el penúltimo Brunch en la ciudad de mis amores. Pedí una simple Burrata y, para mi sorpresa, comenzó a deslizarse delante de mi vista, olfato y papilas un verdadero ágape de Dioses. Yo he tenido la suerte de viajar a Napoli y sus alrededores y degustar las mejores mozarelas y burratas que puedan existir, más os puedo asegurar que esta las superaba a todas con creces. Claro está, que cuando después me entero que quien la ha preparado es un tal Paolo de Pompeya, pues apaga y vámonos. La Presentación del plato, de cerámica inglesa rosa, era un jardín sofisticado pegado a un establo rústico de búfalas. Todo el plato ochavado estaba regado con pimienta rosada y adornado con hojas enormes de rucula verde y tersa, salpicadas de rocio fresco y envueltas en un sabor a trufa y nuez. Nadando sobre una fina capa de un aceite algo aromatizado con basílico, se balanceaba aquel trozo delicioso de suero y esencia artesana. Y como el tal Paolo es un bigotudo inquieto le había soltado al despreció unas cuantas de pipas peladas de girasol ni muy crudas ni muy tostadas, y unos Petite poit; que son guisantes en cristiano, tersos, gordos, y tiernos cómo crema. Todos estos sabores crearon un ambiente en el cielo de mi boca, que jamás había tenido el placer de degustar. Acompañado con un vino del Loire primero y después un Burdeos de elite. Pues he comido como si hubiese escuchado la novena de Betovhen o Contemplado La Piedad de Miguel Ángel. Tan ricamente...
Antonio Canales
Delicatessen es leerte haces que soñemos que estamos a tu lado disfrutando de esa burrata maravillosa y en el mismisimo Paris te envio un plato de besicos de postre Antonio
ResponderEliminarDisfrutar es saber que hay seres en el mundo como tú besos a millones y mejoría para la Juanica.
EliminarMon Dieu, tú me rappellent Mon Mari. Un sibarita mi Francis, aunque comía muy poco, pero todo muy delicado y de alta calidad. Yo, sobre todo cuando estoy contigo ya sabes que me como más tus palabras que lo que tengo en el plato...
ResponderEliminarMe gustaría, aunque fuera un croissant, comer contigo en esa bella ciudad de mil amores, París
Besos , que te lleguen hasta Estambul con perfume de mar almeriense...
Siiiiii a veces las palabras son un alimento maravilloso. Ser sibarita de ellas es hoy en dìa un lujo.Te camelo
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